Gran parte de las frutas y verduras que comemos provienen de Almería. Allí miles de personas migrantes, con o sin papeles, las recogen. Cuando las comemos no somos conscientes del esfuerzo y sufrimiento de las personas que las han recogido. La inmensa mayoría de ellas han abandonado su país, dejando allí a su familia, para encontrar una vida mejor en Europa y una vez aquí no tienen vivienda. Viven en chabolas de plástico y cartón junto a los invernaderos o viven hacinadas en naves o garajes. No disponen de agua potable, ni saneamiento, ni luz, ni gas.
Por poner un ejemplo, solo en el término municipal de Níjar se calcula que más de 1.500 personas malviven en cuarenta campamentos de chabolas entre los campos de plástico de los invernaderos.
El Servicio de Jesuitas a Migrantes (SJM) de Almería y otras entidades vienen asistiendo a estas personas, acompañándolos, dándoles clases de español y ofreciéndoles asesoramiento jurídico y social.
Este mes de julio SJM-Almería ha conseguido gracias a un acuerdo con Techô, un fondo inmobiliario de inversión social, gestionar 12 viviendas en la localidad de San Isidro en las que ha acogido a personas provenientes de los asentamientos chabolistas. Se trata de una nueva iniciativa en el proyecto hospitalidad que consiste en proporcionar una vivienda digna a personas adultas que abandonan sus chabolas y pasan a vivir a estas viviendas tuteladas por SJM-Almería. En total en estas doce viviendas se podrá dar alojamiento a 80 personas que pagarán un alquiler simbólico. El proyecto incluye también un acompañamiento individualizado para cada una de las personas acogidas.
A mediados de julio las primeras veinticuatro personas que habitaban el asentamiento chabolista de Cañaveral (Níjar) lo abandonaron para estrenar las primeras viviendas. El campamento quedó vacío y las excavadoras del Ayuntamiento lo derribaron. Sus ocupantes durmieron por primera vez en una casa. Todos ellos estaban desbordados de alegría. “Nunca más volveremos a las chabolas”, o frases como “vuelvo a ser persona”, o “por fin una casa” eran repetidas por todos ellos. Se sentían tratados y respetados como personas. En breve se irán instalando otras personas en el resto de viviendas.
Iniciativas como esta constituyen un brote de esperanza en medio de la tragedia que esconde el sinhogarismo y la infravivienda en los campos almerienses.
Felicitamos a los promotores de esta iniciativa y a todos los voluntarios y entidades que trabajan por dignificar la vida de estas personas.
Joan Maria Raduà Hostench
Eix de Drets Humans de Justícia i Pau