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El arte de las artes

20/12/2024

Nos esforzamos para dominar diferentes artes. Cada cual en su campo sabe cuáles son las dificultades de un arte en cuestión, los maestros y las escuelas que ayudan a perfeccionarlo. Podríamos pensar en la cocina. Hay personas que han conquistado el arte, obviamente no necesariamente cocineros de renombre, hay personas en lugares remotos del mundo que han llegado a dominar plenamente el arte de cocina en su propia tradición gastronómica, y quizás sólo los que lo rodean conocen esta excelencia. Podríamos pensar también en las artes marciales, es a lo largo de los años, con constancia, lecciones, maestros, que se van adquiriendo conocimientos, perfeccionando técnicas, y anticipando movimientos del adversario. Son dos pequeños ejemplos. Todos somos capaces de añadir un sin-fin de artes.

Entre todas las artes, hay una que los grandes maestros han destacado desde tiempos inmemoriales, como la última y más alta arte: la de amar. Guillem de Saint Thierry lo proclamaba con claridad “arte entre las artes es el amor”. Así también lo anunciaba san Pablo: Si repartiéramos todos nuestros bienes a los pobres, si tuviéramos tanta fe que moviéramos montañas, si habláramos todos los lenguajes, si tuviéramos todo el conocimiento, pero no tuviéramos amor nada nos serviría. De nada nos serviría. Todo va de amor. San Juan de la Cruz escribía que al atardecer de la vida nos examinarán del amor. ¿Y si el examen final sólo va de amor? ¿Suspenderíamos?

Si el arte supremo es el de amar – amar al otro, amarnos a nosotros mismos, amar al enemigo, amar a la vida – deberíamos trabajar para perfeccionarlo como perfeccionamos la cocina o un arte marcial concreto. Hay que conocer bien la teoría, y ponerla en práctica. Así lo revela también Erich Fromm en su libro El arte de amar, donde también avisa al lector que amar no es un estado, una sensación, o un sentimiento, sino una decisión. ¿Puedo decidir amar a los enemigos? ¿Puedo amar a los que votan lo contrario que yo? ¿Los que me molestan? ¿Los que me superan? ¿Los que me ignoran? ¿Los que se enriquecen sin escrúpulos? ¿Los de la parte baja del cono de la Divina Comedia de Dante? ¿Me puedo amar, o volver a amar, cuando he cometido una falta que no quería? ¡Es posible! ¡Siempre hay margen, siempre podemos decidir amar!

No obstante, nos hace falta material. Formarnos, empaparnos. Cursos, tutoriales, cinturones negros en el arte de amar. Buenas lecturas, prácticas constantes. En la primera infancia, en la vejez. ¿Si lo hacemos con la cocina o con un arte marcial, por qué no lo tendríamos que hacer con el arte de las artes? ¡Amar!

Un nuevo texto nos puede ayudar: Dilexit nos del Papa Francisco. La suya cuarta encíclica después de Lumen Fidei (2013), Laudato Si´ (2015), y Fratelli Tutti (2020). El Papa Francisco con su perspicacia, profundidad y agilidad describe la posición central del corazón en nuestra vida y en la vida Jesús. Somos nuestro corazón. Tomarnos seriamente el corazón tiene consecuencias sociales (Dilexit nos, 24). Todos nuestros corazones y nuestras vidas tienen una vida ontológica, pero a la vez tenemos que buscar una vida más digna (Dilexit nos, 30). El Papa Francisco entiende el corazón no como un órgano más, sino como el centro íntimo y unificador de la persona (Dilexit nos, 55). Tenemos que tener devoción por el corazón, y por querer perfeccionar el arte de las artes. ¡Preparémonos!

Marc Grau