Quim Cervera i Duran
En Barcelona, además de las personas “sin techo”, en general hombres adultos, a las cuales ya hace años que estamos más o menos acostumbrados, nos encontramos por las calles, con frecuencia desde hace unos años, con jóvenes itinerantes. Piden alguna ayuda económica, sentados en el suelo, a veces junto a uno o varios perros, a veces con alguna artesanía que ofrecen. Me he encontrado con algunos que ponen diferentes vasitos, uno para comer, otro para dormir, otro para… Muchos son extranjeros vestidos de forma estrafalaria, algunos tocan instrumentos musicales.
No sé nada de sus vidas, de su personalidad, de sus necesidades, de sus cualidades y defectos, de sus aspiraciones y deseos. Tampoco sé de su visión del mundo, de la sociedad, de sus creencias y valores, del sentido que dan a la vida o de las causas que les han traído a nuestra querida Barcelona, de si se quedaran o simplemente están de paso. Me los imagino caminando por diferentes ciudades y pueblos, bohemios, libres, extraños. ¿Son representantes insignes de una sociedad enferma?, ¿críticos con un sistema socioeconómico que no les satisface?, ¿proclamadores de no sé cuál utopía?
El hecho es que me recuerdan al Jesús itinerante, extraño, más o menos percibido como un estrafalario, profeta que gritaba sobre todo aquello que perjudicaba a su pueblo, sobre todo a los más empobrecidos, marginados y enfermos. Y se hacía uno de ellos paseando por los pueblos, caminos y plazas de Palestina. Su mensaje lo conocemos, lo intentamos seguir, pero ¿somos itinerantes?, ¿somos como estos jóvenes que han dejado su mundo y se han puesto a caminar por estos mundos de Dios? Creo que no. No somos tan radicales, tan atrevidos, tan desprendidos. Quizás no seamos itinerantes físicos, y lo somos caminando hacia otro sistema socioeconómico más cooperativo, y no tan competitivo, un sistema más humano, y no tan asesino de vida, más comunitario, y no tan individualista. Quizás itineremos hacia otra cultura, una cultura de paz, de justicia social, de creatividad y de liberación, como quería Jesús. Quizás estos jóvenes itinerantes también lo están buscando y creando, a su manera. En ellos podemos descubrir algún resquicio, alguna luz, alguna estrella del espíritu de Jesús.
Existe otro tipo de jóvenes que viéndolos y en este caso, además, escuchándolos, también hacen presente algunos aspectos de la vida y estilo de Jesús, y también muy diferentes de mi forma de vivir. Son los jóvenes raperos que cantan en el metro. Estos, a diferencia de los anteriores, sí que explicitan un mensaje. De los otros, a no ser que pongan unas breves palabras en un pequeño cartel, desconocemos su mensaje, a menos que dialogues con ellos y les preguntes. En cambio, los cantantes del metro exponen su visión del mundo, sus críticas proféticas a este mundo, e incluso algunos manifiestan sus creencias religiosas, a veces cristianas, sin ningún pudor ni vergüenza. Jesús tampoco tenía problema en expresar lo que pensaba, lo que sentía y creía, aunque pudiera ser mal visto, mal percibido o comprendido (o demasiado comprendido) por sus autoridades contemporáneas. Algunos jóvenes raperos se meten con las actitudes, gestos y vestuario de los que viajan en el metro, o hacen referencia a hechos sociales vividos en el país, o en el mundo, o a hechos más banales, con un cierto sentido del humor. Incluso en estos casos puedes darte cuenta de su manera de estar y vivir en este mundo. Aportan un mensaje que te puede interpelar y hacer pensar.
Jesús seguramente era visto por las autoridades judías, por las de la ocupación romana y por los judíos más o menos acomodados de la misma manera como ahora nos miramos a estos jóvenes itinerantes de las calles y del metro. Sólo le hacían más o menos caso, los que también se sentían más o menos extraños, descartados y críticos de aquella sociedad.
La presencia de Jesús vivo tiene muchas tonalidades y muchos espejos. Una de ellas, para mí, es la de estos jóvenes itinerantes que me cuestionan con sus necesidades y esperanzas, pero más allá de ellas también me hacen revivir quién fue y qué hizo Jesús, al que miro de seguir, aunque sea con otros parámetros y a tientas. Reconozco y valoro su luz y quiero dejar que ilumine mi vida, encontrando a veces huellas de su evangelio en estos jóvenes, aunque sólo sea con su pura, espontánea, inesperada y sorprendente presencia.
Quim Cervera i Duran