En su décima edición, el Mobile Social Congress 2025, se celebró este tres, cuatro y cinco de marzo en varios espacios en la ciudad de Barcelona. “Hackeemos el sistema, construyamos resistencias” era el lema de este año, con el que se pretendió alertar, concienciar e informar sobre las dimensiones de la carrera tecnológica donde se aspira ganar beneficios económicos de largo alcance.
De este modo, está estrechamente ligada a cuestiones ambientales y sociales dentro de un monopolio gigantesco que las quiere evitar a toda costa. Es la razón por la cual el Mobile Social Congress no solamente cumple la función de ser un área de intercambio intelectual entre diferentes entidades, organizaciones y expertos implicados en la defensa de la justicia, de los derechos humanos y de la sostenibilidad. Figura como un terreno de acción que nos llama a todos y cuyo objetivo reside en la provocación de cambios equitativos.

En esta línea, la maratón de charlas que tuvo lugar en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) durante el tercer día como culmen del congreso, ilustró la envergadura de un reto complejo, multifacético y global. Cuatro horas de ponencias seguidas con alrededor de 100 personas en la sala más unas 30 en línea asistieron a este evento internacional, que contaba también con traducción simultánea en catalán, castellano e inglés.
De las intervenciones de los ponentes presentes en la sala y de algunos de países como Indonesia, Filipinas o Congo – conectados en línea – se resaltó la interconexión de toda una cadena de mecanismos y fuerzas potentes que, por un lado, están oprimiendo a los trabajadores mientras que, por otro lado, las empresas poderosas siguen sin dejar caer a los responsables.
Gracias a la exposición del panorama situacional dentro de cada país y más allá de sus fronteras – puesto que las injusticias y explotaciones tanto humanas como naturales siempre tienen que ser entendidas como fenómeno global y no como casos aislados que afectan nada más que a los lugareños – se podía dar una visión clara de numerosas violaciones de los derechos humanos, de la justicia y de la naturaleza.
Por ejemplo, en el caso de Indonesia, nuestros conocimientos restringidos desde el Oeste nos impiden percibir lo que está pasando en este Estado insular que está compuesto por más de 17.000 islas. La incursión en las condiciones laborales de unos 25 minutos, es lo que duró la presentación de Prihanani Boenadi, Vicepresidenta del Departamento Internacional de la Federación de Sindicatos Indonesios (FSPMI), consiguió sacar a la luz las prácticas de carácter injusto en este país:
Primero, hay que señalar que el salario mínimo por mes varía en la isla de Java dependiendo de si se vive en la capital o en Java Central. Mientras que en Yakarta las personas pueden esperar que se les ingrese al menos 5 millones de rupias indonesias en su cuenta bancaria, lo que equivale a aproximadamente 300 euros, en Java Central se asciende a tan solo la mitad. Frente a estas injusticias, existe un gran temor de formar parte de un sindicato, ya que se correría el riesgo de ser despedido.
Además, quienes encuentran trabajo no tienen seguridad ninguna de que sigan siendo contratados a largo plazo. Puede haber contratos de no más de tres meses según las necesidades de la empresa. Y pasa lo mismo en este caso: si expresan querer entrar en un sindicato serán despedidos. Esto se debe a las estrategias orientadas hacia el beneficio, dejando de lado los derechos de los trabajadores, o sea, es más: falta dignidad. ¿Qué ha pasado con nuestra ética individual y social?
Si queremos encontrar algo positivo dentro de lo que, para los que están afectados por las injusticias y las opresiones, es una penuria no solamente económica, sino también emocional, podríamos mencionar las iniciativas que se están tomando para desvelar el desequilibrio mundial y luchar contra él.
Así lo ve Chiara Scalabrino, experta en los temas de Consumo y Producción Sostenible. Sostiene que necesitamos una “cultura de la sostenibilidad” y una “culture del awareness”, esta última queriendo poner de relieve la importancia de tener hábitos de consumo más conscientes. Sería fundamental también “mover la demanda” además de formar a la sociedad de una manera que “mentalice los cambios” necesarios.
En resumidas cuentas, fue una tarde enriquecedora con aportaciones reveladoras de grandes expertos y expertas en los ámbitos de la justicia, de los derechos laborales y de la sostenibilidad en áreas de la Tierra con un potencial conflictivo.
¿Qué es lo que queda? Tal vez algunas informaciones chocantes frente a estas situaciones alarmantes, pero quizá también un espíritu que quiere aportar cambios, que no se rinde, sino que sigue luchando, que con la sinergia de mentalidades conscientes sigue defendiendo una misma causa. Ya sabemos: lo que está pasando en países asiáticos, africanos o latinoamericanos está sucediendo ante nosotros. Durante tres días intensivos, ha estado aquí mismo, en medio de Barcelona, así que: ¡actuemos!
Artículo de opinión escrito por Daniel Simpfendorfer










