Estado de opinión por Rafael Allepuz Capdevila
Paso a hacer una breve reflexión sobre la situación de las personas de origen extranjero en situación administrativa irregular con contenidos que seguramente para buena parte de las personas lectoras son conocidos, pero que debemos reiterarlos para tenerlos bien interiorizados. Solo así podremos contrarrestar una opinión pública que se está extendiendo de forma injusta y peligrosa para nuestra cohesión social y para el espíritu fraterno que debería caracterizar las relaciones humanas. Quiero realizar mi aportación. Espero hacerlo en pocas palabras.
El hecho de tener la situación administrativa regularizada es muy importante porque supone acceder al disfrute de los derechos más elementales como una alimentación básica, una vivienda digna, un trabajo decente y un buen estado de salud. Igualmente, para poder tener acceso a la formación reglada y a los sistemas de provisión de bienestar social, de manera que si no se dispone de estas oportunidades se vive en los márgenes de la sociedad.
Para las personas en situación administrativa irregular el acceso a estos derechos se convierte en una carrera de obstáculos pagando un precio muy elevado en términos de deterioro de la salud, tanto física como mental.
Uno de los primeros obstáculos es el de tener un lugar para vivir. Acostumbran a vivir en situaciones residenciales diversas, pero siempre precarias, como la vida en la calle, el realquiler de habitaciones (en situaciones de hacinamiento e infravivienda) y con dificultades de empadronamiento. Además, solo pueden buscar trabajo en la economía informal con condiciones muy precarias y exponiéndose a prácticas abusivas y de explotación.
Para estas personas es de vital importancia iniciar un proceso de regularización. Las dos maneras más comunes son el arraigo social y la protección internacional o asilo. Los requisitos son difíciles de acreditar y las trabas administrativas lo complican aún más.
Para las personas que llegan con la ilusión de poder iniciar un nuevo proyecto de vida este conjunto de obstáculos y de dificultades, entre otros, provocan un sentimiento de frustración con un coste elevado en términos de salud. La exclusión y la inseguridad generan vulnerabilidad emocional e impactan en las relaciones sociales que se pueden establecer a lo largo de todos estos procesos. Se viven sentimientos de soledad, angustia y ansiedad, humillación y culpabilidad, que acaban repercutiendo en la salud emocional y física. Es así como aparece el duelo migratorio, que es desconocido, pero muy importante.
Las personas que tienen poco o nada se desaniman, se plantean volver a su país de origen porque creen que aquí no saldrán adelante. En general, no entienden todas las limitaciones que padecen, sobre todo las derivadas de las actitudes racistas.
Los discursos que estigmatizan sus comportamientos fomentan la indiferencia de la opinión pública ante su situación, el rechazo a su presencia en las calles y explican el apoyo a las políticas que pretenden reducir sus derechos en nuestro país. Desgraciadamente en la UE van por este camino.
Buena parte de la ciudadanía se queda con la información que le interesa para justificar unos argumentos que no contrasta y que va asumiendo a base de campañas agresivas antimigratorias y racistas. No me creo que, como dicen algunos estudios, el principal problema que dice tener la ciudadanía sea la inmigración. Aquí hay manipulación. Creo que a base de insistir en estos discursos, muchas personas así lo manifiestan sin ser plenamente conscientes de lo que expresan y sin conocer bien la población inmigrante, su estatus y sus dificultades. Esta es una actitud generalizable sobre todo entre la población acomodada que normalmente no conoce ni ha tenido personas irregulares en su entorno. Esto se debería trabajar.
Tenemos por delante un gran reto para revertir esta dinámica. Si nos lo proponemos seguro que lo conseguiremos, pero nos hará falta mucha seguridad, constancia y dosis de paciencia, se trata de no desfallecer al menos en el intento.