Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Vivir o ser vivido

02/05/2024

Cuando los ojos bailan de una información a la siguiente, de un tuit a otro, y te olvidas de la persona que está sentada ante ti. Cuando alzas la mirada y la señora que estaba delante de ti se ha ido y su lugar lo ha ocupado un joven. Cuando ni habías visto un bebé que está a tu lado desde hace varias paradas. Cuando ha entrado un señor con bastón y ni te has fijado que alguien mayor que tú se ha levantado para ofrecerle el asiento.

Y sí, todo el mundo demasiado atareado para disfrutar del trayecto sin la acción silenciosa y tormentosa que puede llegar a ser el teléfono móvil cuando te adentras en él sin saber dónde. Pero ¡zas!, te has vuelto a enganchar sin darte cuenta. ¿Quizás la gran pandemia ha sido este aparato que parece ser la extensión de la mano?

Ver a niños y niñas de meses berreando porque la madre o el padre les ha quitado el móvil no es una imagen puntual hoy en día. Criaturas que no sabrán qué es entretenerse en el cochecito con un peluche. Y cuando sean más mayores… habrán vivido en el mundo de fuera, el que les ha transmitido una pantalla, y no el de observar el mundo -y las flores y los pajaritos- con sus ojos.

Hace tiempo que tengo las redes sociales abandonadas -y son herramientas útiles-. Un día, mirando lo que habían colgado “mis amigos” pensé que mientras unos “viven”, otros están “siendo vividos” con las experiencias de otros. Y el tiempo… es tan valioso. Quitar tiempo al presente para gozar de la vida de otro que lo ha colgado en Instagram. ¿Recordáis cuando preguntábamos a alguien en lugar de buscar una dirección en Google Maps? ¿Recordáis cuando pedíamos si nos podían hacer una foto en lugar de llevar en la bolsa un palo estrambótico que te alarga el brazo?

Era sábado, estaba en casa comiendo, y entraba por la ventana el sonido de las risas de unos niños y niñas en un patio vecino, y el sonido de una pelota cuando rebotaba en el suelo. Dejé la cuchara y escuché un sonido que hacía tiempo que no oía… ¡la alegría de unos chiquillos entretenidos con una pelota! Esta es la vida que quisiera se prolongase.

No quisiera que este “ser vivido” por lo exterior, haga pequeño el “vivir plenamente” en el interior. Nos gusta ser independientes y después, cuando estamos solos, nos encontramos cara a cara con el silencio. Lo decimos a menudo: “venimos solos y nos iremos solos”. Y… entre el año de nacimiento y el año de defunción… hay un guioncito. ¿Qué pasa en este guioncito? Me gustaría vivirlo de la mejor manera, con plenitud, tanto si estoy sola como acompañada.

Existen diferentes niveles de soledad: ¿te has encontrado alguna vez rodeada de gente y a la vez te has sentido muy sola? O ¿has estado sola y te has sentido muy acompañada? Y somos así: luchando por nuestra autonomía personal, y necesitándonos. Porque nos necesitamos. Y no solo cuando nos hace falta alguna ayuda, sino para compartir sentimientos, emociones, vivencias. Mi experiencia en la práctica de la meditación es que he aprendido a sentirme, desde el silencio y la soledad. ¿Qué quiere decir relacionarse con uno mismo?, ¿qué quiere decir relacionarme conmigo? ¿Disfruto de momentos de soledad vividos con plenitud? Todas y todos nos encontramos solos. A veces es una soledad querida y a veces no es deseada. Pero sea como sea, momentos en los que necesito estar conmigo son fundamentales y necesarios para escuchar, para ver cuáles son mis prioridades. Y podré poner nombre a los sentimientos y -dejando cualquier juicio de lado- saber por qué estoy triste, por qué estoy angustiada o alegre.

Estos momentos de reencuentro personal son fundamentales para ir construyendo en nuestro interior una fortaleza que, de no ser así, no sabríamos que existe. No puedo esperar sentirme fuerte internamente en los momentos de necesidad si no he ido cultivando este espacio en el interior a lo largo de la vida, a lo largo de este guioncito. Momentos de soledad consciente: más allá de si hay alguien cerca o no. Puedo estar sola en casa todo el día, pero tener una serie de pensamientos que me mantienen desconectada de mí. Pensamientos, o distracciones y pantallas que me aferran al mundo que me rodea.

Todas y todos tenemos un pozo de sabiduría en nuestro interior, pero lo hemos de sentir, saber que allí está. Si no, se quedará en un rincón. ¡Y está allí!

Escucha el silencio. Disfruta de estar solo/a. Pasea…contigo.

Toma un café…contigo.

Dibuja. Escribe. Sé consciente. Haz un reset y re-piensa lo que piensas, lo que dices, lo que haces. Te ayudará a tomar decisiones conscientes.

Estos momentos de hacer una pausa no son una pérdida de tiempo, sino es acumular tiempo. Tiempo vivido con plena conciencia es una preparación para aquello que aún está por venir. Es tiempo para descubrir, para saborear, para no hacer sino ser.

Si las personas adultas vivimos de dentro a fuera, ayudaremos a las generaciones que nos siguen a vivir y apreciar el silencio desde la soledad querida, como herramienta necesaria, y desde la convivencia que nos ayuda a crecer.

Gozar de la soledad me ha permitido sentirme y sentir a Dios.

Marta Matarin

Assoc. Brahma Kumaris (membre de la Xarxa Interreligiosa per la Pau –Justícia i Pau-).