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75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un marco para acuerdos de aplicación urgente

13/12/2023

El 10 de diciembre se ha cumplido 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (la DUDH) por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París.

El origen de esta Declaración se encuentra en las consecuencias de los nefastos acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Su redacción supuso un verdadero hito en la historia de los acuerdos entre naciones para la concordia y la paz.

Hoy, 75 años después, se dan numerosos conflictos bélicos en los que la aplicación de la DUDH es urgente. Dos son los focos recientes donde se están incumpliendo todos los artículos de esta Declaración: la guerra en Ucrania y el conflicto en Israel y Gaza. Y un tercero no propiamente bélico, pero de consecuencias semejantes a las guerras. Pensemos en los flujos migratorios a través del Mediterráneo y otros lugares del mundo en los que las personas se convierten en objetos usados como mercancía para la obtención de beneficios monetarios aprovechando su indefensión, su precariedad en el modo de vida originario y su legítima ilusión de forjar una vida con futuro ilusionante.

En el preámbulo del documento el primer considerando alude a la dignidad intrínseca y los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. ¿Cómo se puede actuar con tanta violencia arrollando esa dignidad? ¿Qué derechos se violan en los dos conflictos? ¿En qué momento de la historia de estos dos territorios se ha olvidado o subvertido el hecho de que somos una familia toda la humanidad? La lectura de este primer punto despierta un profundo dolor y un gran escándalo entre aquellos que vemos desde lejos el sufrimiento de tantos niños, ancianos, mujeres y hombres, de tantas personas.

En el segundo considerando del preámbulo se menciona la conciencia de la humanidad. A ella debemos apelar; pues lo que se está produciendo en estos territorios sumidos en la violencia destruye la vida, impide la justicia, hace imposible la paz; llena de pesadumbre la conciencia de todos haciéndonos más desgraciados.

Con la Declaración Universal de los Derechos Humanos se proclamó la fe en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres. Las imágenes, las crónicas que llegan hasta nuestras casas desde Ucrania y Gaza provocan en nosotros el dolor por la destrucción de esa fe, la percepción de la insignificancia de la persona humana. Las víctimas de estos conflictos parecen haber pasado a otra categoría distinta de la persona. Su contemplación produce en nosotros el escándalo y el rechazo por tanto abuso de poder, tanta crueldad. El compromiso adquirido por parte de todos los estados firmantes hace 75 años de asegurar el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre no se ha cumplido. Las acciones de las Naciones Unidas no han sido suficientes poniendo de relieve con ello
la fuerza, el poder de los intereses de unos sobre otros a la hora de hacer prevalecer la defensa de aquellos que están padeciendo la falta de justicia en el logro de sus derechos.

El artículo 3 de la DUDH proclama el derecho a la vida: es tiempo de releer. Las escuelas filosóficas helenísticas, crisol de otras tantas escuelas y filósofos de la Antigüedad, se preguntaron por la naturaleza del ser y del individuo. Las religiones del mundo han dado respuesta a esas mismas preguntas. Entre sus ideas y credos no encontramos el menosprecio por la persona, muy al contrario, sus propuestas se encaminan unas a entender la vida como parte integradora de un universo también vivo y la humanidad como parte de ese universo coherente; otras han concebido la humanidad como hija directa de la acción divina, de un Dios amoroso que crea el mundo fruto de su generosidad, de su caridad. No vemos por lado alguno la justicia que supone quitar la vida a un semejante. Una vez más es obligado hacer pedagogía desde tantos ámbitos como sea posible para que en las sociedades actuales y en especial entre los más jóvenes no se inviertan los valores morales y éticos expresados a lo largo de la historia en beneficio de los individuos y de toda la humanidad. Valores cuyo espíritu quedó expresado en la DUDH de 1948.

En un mundo superpoblado como el de este siglo XXI, el derecho universal es un reto gigantesco sí, pero insoslayable. El sentido fraternal que va extendiéndose entre la comunidad humana hace insoportable la vida a sabiendas del dolor ajeno por causa de la violencia. Es tiempo de compartir: compartir los recursos para la vida como el agua, los alimentos, la energía, la higiene, la salud, el acceso al conocimiento –la educación-. Compartir la Tierra, el Planeta.

Las naciones están llamadas al encuentro y el diálogo comprometido para crear las condiciones que universalicen este derecho a la vida. Si no vivimos todos con dignidad y justicia, de alguna manera todos estamos enfermos, menos vivos, sin felicidad posible.

En consecuencia, es tiempo de revisar el concepto de frontera en un mundo de escaseces de recursos naturales. Tiempo de actualizar y ampliar las leyes universales que contemplen, como así lo propuso la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, el conjunto de la humanidad, sus sociedades, naciones como una realidad fraternal. Desde esta perspectiva “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes,” el artículo 5 de la DUDH es imprescindible para la consecución de un mundo donde se trabaje por el respeto a los derechos de todos. Los actuales conflictos violentos mundiales confirman la gravedad del incumplimiento de los Derechos Humanos. Son una multitud las instituciones, así como las organizaciones que denuncian estos días el trato que se está dando a las personas afectadas por estos conflictos.

La libre circulación de las personas se proclamó en el artículo13. Las políticas que provocan desplazamientos forzados de las personas en busca de la supervivencia desoyen las propuestas de la DUDH causando un enorme sufrimiento; generan una innumerable acumulación de injustica, alimentan el desorden y en contra de la resolución de problemas perpetúan los conflictos. En este siglo en el que estamos es ciertamente un reto conseguir el equilibrio entre población y recursos, sin embargo, se impone escuchar los acuerdos entre naciones y sociedades como los proclamados en la DUDH existentes y en construcción. La adopción de medidas egoístas, parciales y veloces en respuesta a las tensiones geopolíticas no contribuyen a la consecución de la igualdad de derechos, a la dignidad de todas las personas humanas, a la justicia universal, se apartan del trabajo por la paz.

En este siglo XXI se hace urgente nuevas políticas que den respuesta a las necesidades de la población mundial como asunción de las convicciones formuladas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuyo 75 aniversario hemos celebrado este 10 de diciembre.

Josefa Sánchez
Profesora jubilada de lengua y literatura